El Neoplatonismo cristiano de San Agustín de Hipona

Aquí te explico el contexto histórico, la biografía, las obras y la relación razón-fe de San Agustín de Hipona, mucho más en Amor por la Sabiduría.

Neoplatonismo de San Agustín

San Agustín de Hipona fue un filósofo y teólogo del siglo IV, conocido por su influencia en el pensamiento cristiano y occidental. Su filosofía se basa en el neoplatonismo y en su experiencia personal de búsqueda de la verdad y la fe religiosa. En su obra más conocida, Confesiones, Agustín describe su búsqueda de la verdad y su conversión al cristianismo. Su enfoque en la importancia de la experiencia personal y la introspección es una de las principales características de su filosofía.

Agustín también desarrolló una teología basada en la idea de que Dios es la fuente de toda verdad y bondad, y que el conocimiento humano es limitado y depende de la gracia divina. En cuanto a la ética, Agustín defendió la idea de que el ser humano debe seguir un camino de virtudes para alcanzar la santidad y la unión con Dios. En resumen, la filosofía de San Agustín se basa en el neoplatonismo, la importancia de la experiencia personal, la dependencia de la gracia divina en el conocimiento y la ética basada en el camino de las virtudes para alcanzar la unión con Dios.

Relación Razón – Fe según San Agustín

Con respecto a la razón y la fe, San Agustín afirma la identidad de ambos. Para este autor, la fe y la razón son dos formas de acceso al conocimiento que difieren solo en teoría, ya que en el cristianismo las dos trabajan juntas indisolublemente. No hay ser humano racional ni ser humano cristiano; el humano pensante es un ser humano cristiano, y el cristiano es un humano pensante.

La relación entre las dos vías de acceso al conocimiento es colaborativa y complementaria. No trazó límites entre los dos caminos, son simplemente dos formas diferentes de acceder a él, son dos caras de la misma moneda o caminos que se superponen, ya que tienen el mismo propósito: la aclaración de la verdad cristiana.

La relación de colaboración mutua es que la inteligencia prepara el camino para la fe, y dirige e ilumina la inteligencia. La razón nos hará comprender mejor nuestra creencia porque la fe busca la comprensión, pero por sí misma no alcanza la Verdad. La afirmación agustiniana «entender para creer, creer para entender» resume perfectamente su idea de cuál debería ser la relación entre las dos formas de acceso al conocimiento. Si no puedes entender, cree para que puedas entender; No quieres entender para creer. Se trata de tener fe y así poder entender. Juntos pueden acceder a la Verdad, que para San Agustín es solo una: Dios. La búsqueda de la verdad es la búsqueda de Dios.

En caso de contradicción, la razón debe estar subordinada a la fe, ya que la primera es imperfecta, como los seres humanos, y la segunda es la palabra revelada de Dios. Y esto es lo que otorga la iluminación.

La colaboración que la razón puede prestar a la fe es la siguiente:

  • Prepara el camino a la fe.
  • Ayuda a aclarar y comprender mejor los contenidos de la fe, porque la fe busca la comprensión.
  • Nos muestra la conveniencia de creer en el contenido revelado.

Pero la razón por sí sola no es suficiente, la fe también contribuye a esto:

  • La razón debe estar previamente iluminada por la fe.
  • La razón humana es humana, imperfecta y limitada, por lo que hay verdades que no podrá alcanzar por sí sola. La fe te permite lograr esos problemas que de lo contrario estarías excluido.
  • Si no alcanzaron las mismas verdades y hubo una contradicción entre los dos, la fe sirve como criterio extrínseco para razonar, determina cuándo comete errores.

Marco Histórico Conceptual de San Agustín de Hipona

Desde el siglo V hasta el XV la temática filosófica fundamental y dominante durante toda la edad media fue la relación entre la razón y la fe, como forma de expresar las dos posibles vías de conocimiento, utilizadas por la filosofía y el cristianismo respectivamente.

El encuentro entre cristianismo y filosofía en los primeros siglos de nuestra era, no solo un acontecimiento histórico concreto de primera magnitud, si no también el origen de una confrontación entre dos actitudes ante los problemas suscitados por el conocimiento del ser humano y del mundo: aquella actitud se basa fundamentalmente en la fe y en los logros de la razón.

Este conflicto entre las dos formas de acceder al conocimiento continuará durante toda la Edad Media. Inicialmente, el cristianismo solo se extendió a través de las capas bajas de la población que carecían de una sólida formación intelectual. Por eso los filósofos paganos podían ignorarlo como una de las extrañas doctrinas míticas y religiosas orientales que no tenían que tomarse en serio. Pero a medida que el cristianismo se estaba extendiendo cuantitativa y cualitativamente, y a medida que sus doctrinas se elaboraban en términos y categorías filosóficos que provenían de la tradición griega, los filósofos no cristianos se enfrentaron a tales doctrinas. Aquellos que no estaban convencidos por la apologética cristiana solían ver el cristianismo como absurdo. Usaban argumentos lógicos contra ideas como que Dios era una y tres personas simultáneamente. Que Cristo había sido Dios y hombre, que Dios había creado el mundo a partir de nada.

La reacción de los filósofos cristianos a la acusación de irracionalidad fue bidireccional. Por un lado, hay quienes, reconociendo una incompatibilidad entre razón y fe en oposición, o lo que es lo mismo, entre filosofía y cristianismo, eligen abiertamente la fe. Y por otro, para lo cual la fe y la razón son complementarias. Esta última fue la reacción más común.

Casi todos los filósofos cristianos afirman que la fe y la razón no solo son compatibles, sino complementarias, ya que su origen es el mismo: el Logos divino. Será con San Agustín con quien se establece definitivamente la relación entre razón y fe.

San Agustín no es propiamente filósofo, ya que ninguna de sus obras es exclusivamente filosófica. No está dedicado a la reflexión filosófica racional pura. Escribe principalmente para defender el cristianismo de interpretaciones tan heréticas.

BIOGRAFÍA DE SAN AGUSTÍN DE HIPONA

Nació en Tagaste (antigua provincia de Numidia, actualmente en el norte de Argelia), en 354 dC, hijo de un padre pagano, convertido poco antes de su muerte, y madre cristiana (Santa Mónica). Estudia gramática, literatura latina y retórica en Cartago, donde vive con su amante diez años y tiene un hijo. Como estudiante, llevó una vida bastante desenfrenada, cuyo arrepentimiento se muestra en su obra autobiográfica «Las confesiones».

Se convierte en maniqueo, pero finalmente se acerca al cristianismo, siendo bautizado por San Ambrosio (obispo de Milán), junto con su hijo. Poco después, marchó a Tagaste, donde fundó una pequeña comunidad monástica y fue ordenado sacerdote y luego obispo auxiliar de Hippo (Numidia).

Durante los treinta y cuatro años de este ministerio, él fue un modelo a seguir para sus fieles, a quienes dio una sólida formación a través de sus sermones. Por lo tanto, su vida corre entre Tagaste e Hippo, donde muere en 430, cuando los vándalos incendiaron la ciudad.

OBRAS

En cuanto a su trabajo, hay que decir que es muy numeroso. Primero y como resultado de su trabajo como obispo, dejó una gran producción homilética, de la cual se conservan unos quinientos sermones. La mayoría de ellos no fueron escritos directamente por San Agustín, sino recopilados por sus oyentes.

En segundo lugar, escribió numerosas obras, entre las que se encuentran: «Las confesiones», la obra más famosa de San Agustín, autobiográfica, en la que a partir de su situación de ferviente creyente, sacerdote y obispo, sintetiza su trayectoria espiritual, interpretando su vida pasada como un camino providencial por el cual Dios lo guiaba a la verdad.

«La ciudad de Dios» es otra de sus obras maestras, en la que elabora una interpretación cristiana de la historia que tendrá enormes repercusiones en los siglos siguientes.

Otras obras: «Sobre el libre albedrío» e «Inmortalidad del alma».